26 agosto 2007

La letra pequeña del destino

Sala catorce. Al fondo a la izquierda.
Había llegado la hora y no había vuelta atrás. Un paso firme y decidido escondía su miedo y su angustia. Alzó la cabeza y dibujó en su cara el semblante que se esperaba de él. Así, borró con firmeza la mueca de miedo que sutilmente anunciaba el pánico que paralizaba sus piernas. Digno, gallardo y valiente inició su caminar. El sombrío edificio escondía deliberadamnente el sol que había castigado su cuerpo una hora antes. Ahora, sin embargo, un ambiente gélido azotaba con saña las lágrimas que rabiosamente encarcelaban sus ojos. Qué sería de él a partir de ese instante. Qué malvada tortura le depararía el destino.
Le separaban pocos metros de aquella maldita sala catorce, aunque el siniestro pasillo se le antojaba un abismo al mismísimo Averno. El frío se hacía más intenso a medida que se adentraba en las fauces de aquella fortaleza y el color rojo que lo invadía todo, anticipaba de manera cruel la atrocidad que estaba a punto de cometerse. En pocos segundos recordó los acontecimientos que, de manera inexplicable, le habían llevado allí. Cuál había sido su error, se preguntaba, qué gran pecado le hacía merecedor de tan fatal desenlace. Sabía que iba derecho a su perdición pero había dado su palabra y en esos momentos dramáticos era lo único que no estaba dispuesto a perder. De nada sirvieron sus súplicas ni sus ruegos. Era consciente de que su destino le había puesto ante una disyuntiva dramática. Si hacía lo que le pedía su orgullo, conservaría su cordura, el prestigio labrado durante años, el honor nunca mancillado. Pero el precio que pagaría a cambio sería excesivo: sacrificaría el respeto de los suyos y lo que es peor, la palabra a la que jamás había faltado carecería de todo valor.
Entró en la sala y divisó el patíbulo que le esperaba ansioso. No se sorprendió al ver allí a otros pobres desgraciados incautos que como él habían sido víctimas de las mismas artes y ahora pagaban ese precio tan elevado y tan injusto. Se colocó y suspiró con amargura. Lentamente, aquel antro se sumió en una tétrica oscuridad. Cerró los ojos, esperando quizá un milagro en el último momento, un ápice de piedad, un oído para su lamento. Pero fue en vano. Unas siluetas de color fucsia sangre se lo anunciaron con la mayor de las crudezas: Bratz, la Película.
Qué duro es ser padre a veces.

21 agosto 2007

Filosofía estival

Qué pereza ¿no? Esta mañana me he levantado con ánimo hiperactivo. Eso significa que me he dicho, "Tanhäuser, ya está bien de que el esfuerzo intelectual más serio que hagas a lo largo del día sea decidir con qué dedo te rascarás la barriga hoy". Debe ser que como tengo un trastorno pentapolar (lo de bipolar no tiene tanto glamour), mi quinto "yo", el filósofo, ha puesto a trabajar a los otros cuatro y entre todos hemos hecho un brainstorming veraniego que no veas. Agotaditos hemos quedado. Eso es terrible porque nos ha dado por hacernos preguntas tontas y en algún caso, hasta hemos encontrado la respuesta. De todas formas, para evitar las agujetas en los dedos de tanto escribir, ya dejaré para otra ocasión el compendio de las profundas reflexiones que hemos llevado a cabo. Hoy, sólo me encuentro con fuerzas para anticipar algo. Qué vago soy, por favor.
Ahora resulta que en las playas no se puede fumar. Bien, se puede, pero lo que no está permitido es enterrar la colilla en la arena. La verdad es que me parece muy bien. Luego te salen los castillos de arena llenos de Marlboros y no te queda tan logrado el puente levadizo. Además el olor a nicotina se mezcla con el olor a suavizante de tu toalla y es un asco.
Parece ser que la medida obedece a que, además de ser poco higiénico, me han dicho que una colilla tarda en destruirse ¡50 años! que digo yo, sí que le cunde el tabaco a algunos ¿no? No obstante, lo que me ha llamado realmente la atención de todo esto es.. ¿quién es el pardillo al que le ha tocado comprobar eso? Es que no es para tomárselo a guasa, porque cincuenta años mirando una colilla hasta que se autodestruya, se me antoja un pelín aburrido. Mi amigo JB, que tiene berenjenas momificadas en el frigorífico, te puede decir lo
que tarda cualquier hortaliza en desintegrarse por los siglos de los siglos (Amén), ya que su nevera alberga exóticas especies de verduras (algunas de ellas se extinguieron en el Cretácico), en avanzado proceso de descomposición, pero... ¿una colilla? Creo que es un tema interesante y que dará mucho juego para alguien que quiera hacer un estudio riguroso sobre ello.
Y es que esto de medir el tiempo siempre nos ha obsesionado en verano y el que diga que no y que esconde el reloj, miente como un bellaco o bien lo ha perdido y no quiere reconocerlo para evitar la bronca de su mujer con su "Claaaaro, como que te lo regaló mi madre".
Uno de los traumas infantiles que todavía no he superado, entre muchos otros, es el de (ufff, ni me atrevo a pronunciarla)... la digestión. Sólo pensar en esa palabra se me ponen los pelos como escarpias (¿alguien sabe lo que es una escarpia?). En mi casa, la digestión duraba la friolera de... ¡tres horas! Debe ser que como que mis padres tienen 6 hijos, estamos hechos de una pasta diferente al resto de los Homos Sapienses Sapienses (¿has visto que pedazo de plural que me he marcado?). A mí me intrigaba mucho por qué mi amigo Serafín podía bañarse en la piscina tras haber transcurrido tan solo hora y media después de comer (claro, como que era hijo único el muy mamón). Pues en mi casa no funcionaba así. Resulta que tras ingerir el último trozo de sandía que te habían puesto de postre, mi madre ponía en marcha ese cronómetro biológico que tienen todas las madres y que les indica con precisión suiza entre otras cosas, el tiempo que hace que no te limpias las orejas, los días (o semanas) que lleva un calcetín usado debajo de tu cama (y sin necesidad de olfatearlo) o las semanas que hace que almacenas tu camiseta favorita en el armario, para que no se esfume el perfume de aquel pibón que conseguiste rozar aquella vez en el autobús. Y ojo, que para mi madre, tres horas significaba tres horas, es decir, sus ciento ochenta minutitos sin descuento alguno e indepedientemente de lo que hubieras comido. Yo estoy por pedir que declaren a esas tres horas una constante absoluta del universo. Sí, ya sabes, el número de Avogrado, el magnetón de Bohr, la velocidad de la luz, la constante de gravitación universal y ahora la cronodigestión de la madre Tanhäuser. ¡Qué horror! Yo creo que por eso nunca me he comido las uñas. Imagínate que me ve mi madre. A las 4 y media te muerdes la uña del meñique y ¡hala! hasta las 7 y media no te bañas: a pasar calor y a aburrirte.

Yo ahora voy a la playa a bañarme y a tomar el sol. Antes también, pero ahora me esmero en que se me note ya que como que tengo 40 tacos, no quiero que nadie piense que miro a las señoras en topless, que luego me llamarán viejo verde y francamente, ese color desentona mucho con el precioso bañador que me he comprado. Como que tomar el Sol es muy aburrido y además te quemas, me dedico a nadar y a observar los fenómenos que ocurren en nuestra querida y concurrida Costa Brava. Por ejemplo, creo que ya he entendido por qué la temperatura del agua es ligeramente más alta en un entorno inmediato de esa señora mayor de peinado impecable y uñas rojo carmesí, que se introduce en el agua hasta la tripita y simulando leves saltitos, dibuja en su cara una expresión de alivio. No es que el agua esté más caliente porque haya entrado con un cigarrillo encendido para no dejarlo en la arena. Simplemente es que se hace pis. Sí, sé se suena poco convincente porque al preguntarle a cualquiera si micciona en el agua del mar, todo el mundo te dice "¿Tú quién crees que soy, el Manneken Pis?" Así que todavía no puedo elevarlo a Ley de la Ciencia y reconozco que tan solo es una conjetura, pero creo que mis estudios van por buen camino y que podré disponer de pruebas definitivas al final de este verano. A ver si me cae el Nobel de una vez, que la hipoteca achucha.
De todas formas, si tengo razón y teniendo en cuenta la frecuencia con la que estas personas repiten ese ritual (la cistitis, que "é mu mala"), el volumen de residuos humanos que se vierten al mar en una jornada debe ser considerable ¿no? A lo mejor eso explica la ausencia de mareas en el Mediterráneo. No obstante, para este fenómeno creo que he encontrado una explicación más plausible (no sé lo que significa esta palabra pero me hace ilusión ponerla). Si os dicen que es debido a que el Mare Nostrum (y Vuestrum, que no hay que ser egoísta) es demasiado pequeño o cosas así, no os dicen la verdad. La razón real es la cantidad de salvaslips por metro cúbico que te encuentras en nuestras cristalinas aguas. Claro, como que ahora los hacen tan absorbentes, ¡a la porra la marea! De hecho, tengo entendido que hasta las medusas los usan para hacer surf y que por eso nos visitan tanto. Es lo que tiene la Naturaleza, que todo se aprovecha.

11 agosto 2007

Epílogo

Y quiso desertar de su linaje, de su sangre y de su historia. Y quiso escapar, quiso andar al fin, sin traición, sin dolor y sin el lastre de su memoria.
Pero ya era tarde. Estaba tan cansado que sus alas no pudieron llevarle donde mora la esperanza y su pena, oh su negra pena, secó lentamente el manantial donde otrora brotaron sus palabras.
Mira fijo tu horizonte, trovador y aférrate a aquellas tres manos que nunca fallan. La de ojos de luz, la de voz de cristal y la de sonrisa de plata.

06 agosto 2007

Cargando pilas

Cuando llega el mes de Agosto, a algunos padres nos asalta la misma presión de todos los años. No queremos que llegue Septiembre y tener que volver a decirle a la maestra de nuestras hijas "Toma, a ver si arreglas en nueve meses lo que me he cargado yo en uno". Es por eso que nos atiborramos de cuadernos de caligrafía, de las ya míticas "Vacaciones Santillana", libros de actividades, etc. con el firme propósito de que este año, repasarán un poquito y, lo que es más importante, se estarán calladas y tranquilas al menos durante una hora, que es, en el fondo, el objetivo principal, ¿o qué te pensabas? Yo tengo todas las colecciones estas habidas y por haber y además los ejemplares están como nuevos a partir de la página 15. Si alguien necesita alguno, ya sabe, con mucho gusto se los regalo forraditos y todo (por la arena de la playa, claro está).
Este mes he decidido no recurrir a esa burda patraña urdida por las editoriales y se me ha ocurrido (anda que no soy original ni nada) que mis hijas vayan haciendo un diario de las vacaciones. Día a día (de hecho, hora a hora) mis hijas deben ir anotando qué van haciendo a lo largo de este mes y así, corregimos un poco esa lamentable ortografía que tienen y sobre todo, me sirve de guía para ordenar las fotos el día que me ponga a ello (todavía tengo pendiente la clasificación las fotografías del verano de las Olimpiadas de Barcelona).

Los tres primeros días de Agosto funcionó bastante bien el experimento, hasta que al cuarto, mi hija pequeña (tiene 7 años) debió pensar que eso de escribir una página al día era demasiado poco y ha cambiado la estrategia. En lugar de redactar qué ha hecho cada día, ya ha escrito lo que le va a pasar de aquí hasta el día 31. ¡Menudo estrés que llevo encima! Me parace que hoy toca aprender a tirarse de cabeza a la piscina (de espaldas), una excursión en bici, guerra de globos de agua, ir a patinar al parque, hacer volar la cometa, hacer pizzas con la cara de Burt Simpson, sesión de teatro con unas amigas suyas y por la noche salir al campo con linternas a ver si vemos algún búho. Al menos un día más tranquilo que el de ayer. Si es que sólo pensarlo ya estoy cansado. Yo, que me había aprovisionado de cinco o seis novelas piscineras para este Agosto, con el objetivo de no tenerme que levantar de la tumbona más que para hacer pipí, resulta que no tengo tiempo ni para dormir, porque esa es otra, lo que aguanta la joía.
En fin, que me voy a desayunar aprovechando que ahora está dormida, a ver si tengo tiempo de rascarme la barriga un ratito. Sshhh, no hagas ruido, que no se despierte.


 

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